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¿Pueden los niños sufrir depresión?

23/05/2022

Familia

Cuando pensamos en la infancia y sus dolencias o trastornos típicos, se nos vienen a la cabeza esguinces, anginas, bronquitis y algún que otro punto de sutura. Pero pocas veces asociamos a los niños con trastornos como la ansiedad o la depresión. Sin embargo, la Organización de la Salud estima que un 3% de los niños padecen depresión infantil. En España, según los datos proporcionados por los datos proporcionados por la Encuesta Nacional de Salud, se estima que la sufren el 1,8% de los niños de 9 años, el 2,3% de adolescentes de 13 y 14 años, y el 3,4% en jóvenes de 18 años.

La pandemia ha contribuido a agravar el problema y el Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia ha alertado del deterioro que ha sufrido la Salud Mental de niños y adolescentes debido a ella. Por lo tanto, la depresión infantil es mucho más común de lo que podría imaginarse. Pero se trata de un problema que tiene tratamiento, basta con prestar atención a sus síntomas y ponerse en manos de los profesionales adecuados.

 

Causas más comunes de la depresión infantil

Como suele ocurrir con el resto de trastornos mentales y emocionales, la depresión infantil es producto de la existencia de diferentes variables, tanto a nivel biológico como ambiental, sin que pueda identificarse una sola como responsable de su aparición. Una de las causas que parece tener gran peso es la genética, ya que entre el 60% y el 80% de los niños con depresión cuentan con antecedentes familiares. Aunque no se trata de un factor determinante.

Sin embargo, sí se ha observado que tiene gran importancia el ambiente familiar y social del niño a la hora de sufrir depresión en la infancia. El hecho de que el niño no se sienta querido, que sufra malos tratos o los presencie de manera habitual en su hogar, que sufra abandono por uno de los progenitores o por los dos, que experimente acoso escolar o que tenga un ambiente familiar inestable son algunas de las causas que suelen influir en este tipo de trastorno.

 

Cómo detectar la depresión infantil

Los síntomas de la depresión infantil varían en función de la etapa de desarrollo en la que el niño se encuentre, ya que puede aparecer en lactantes, en niños y en adolescentes. Además, a diferencia de los adultos, no saben expresar bien lo que les pasa porque es difícil elegir las palabras o porque no entienden qué les está ocurriendo. Por eso es importante prestar atención a su forma de comportarse y comunicarse. 

Es común que los pequeños tengan un estado de ánimo decaído o que estén irritables, mostrando agresividad o rabietas, con una actitud hostil hacia los demás. Tienden a perder el interés por lo que les rodea, no quieren jugar ni relacionarse con otros niños o con su familia, a veces por una falta de energía que los sume en la apatía. Además, suelen experimentar una pérdida de autoestima, sintiéndose inferior a los demás e incluso sufriendo un sentimiento de culpa desmedido.

Por último, la depresión infantil suele ir de la mano de alteraciones del sueño, pérdida o aumento de peso e incapacidad para concentrarse. En el caso de los niños de edades más tempranas, suelen aparecer quejas somáticas, como dolor de estómago o dolor de cabeza sin causa física aparente.

 

¿Qué hacer si mi hijo tiene depresión infantil?

Como siempre, en cuestiones de salud, lo importante es ponerse en manos SALUS seguros profesionales. Contamos con un cuadro médico en el que podrás encontrar a los especialistas adecuados para estos casos. En función de la valoración y el diagnóstico que se haga del caso concreto, se pondrá en marcha el tratamiento, que suele consistir en técnicas cognitivo-conductuales. En algunos casos también requerirá la toma de fármacos bajo prescripción médica.

Además, el ambiente familiar será muy importante para ayudar a los niños que sufren depresión infantil. Es primordial que los pequeños se sientan queridos incondicionalmente, por lo que se les debe tratar con mucho cariño, compresión y paciencia. En el hogar se debe favorecer la comunicación, permitiendo que se expresen los sentimientos y frustraciones, ayudando a entender qué sienten y cómo gestionar esos sentimientos de una forma sana.